Sunday, January 14, 2007

Divina actitud

Se levanta muy temprano un poco malencarado. Par de gritos a Gloria e inmmediatamente empieza a oler a café. La mañana despunta un poco nublada, lo que en principio es bueno porque el dia ha de ser largo. Sin embargo, solo la idea de la lluvia descubre lo delicado del balance que debe existir en dias como estos.
El desayuno a medio morder y par de nuevos gritos guian la salida de Pedro, Gloria y sus 3 hijos a lo que será una vez más la reafirmación de fé mas grande vista por pueblo alguno.
- ¡Que te apures! increpa Pedro al menor de sus hijos quien inconscientente ya se prepara para ser amarrado a la cintura. Efectivamente le amarra una cuerda a la cinta amarilla que hace juego con el traje de nazareno, producto de pecados y promesas ajenas que el pequeño no tiene la voluntad de rechazar. Con la seriedad del caso arrancan a la localidad desde donde parte la virgen en su peregrinar anual repartiendo fe y recibiendo cantos, promesas y oraciones de todos cuanto la siguen. De la viejita, mirada hundida en el asfalto, pies casi descalzos que murmura palabras de paciencia y resignación. De las presuntas embarazadas que con fe de preparación instantanea suplican una nueva oportunidad. Del malandro que agradece tener aun los dos ojos a pesar del metal que le presentó el jefe de la otra pandilla, por una "merca" que deliberadamente decidió llevarse puesta. Unos cuantos la reciben. Muchos cuantos. El pequeño poblado ha decidido recibir con olores de feria, ruido que parece música y palomas nerviosas a todos lo que tocados por la religiosidad de un día acuden al encuentro.

Los sudores se van mezclando poco a poco, los de Gloria con los de Pedro, que ya ha mezclado los suyos con el del viejo enratonado que trata de escupir el chimó sin manchar a nadie.Finalmente, chimó y sudor se mezclan con el resto del mundo. Pedro continúa la caminata con su familia, más unidos que nunca por la ancha calle estrecha de gente. A empujones y codazos revela su fe, su convicción aflora a coñazo limpio y a sucio grito le dice a sus hijos que pasen como sea y no se dejen joder. Sorbo de agua por encima del hombro, brindis involuntario al de al lado que quizas agradece pero de seguro lo maldice.

Al ocaso de la tarde camina de regreso a su casa. Recostado sin camisa en el mueble de semicuero y la fe latoneada siente una paz indescriptible; insoportable. Un grito más fuerte y manda a bañar a todo el mundo. Termina el día, termina la fe.